20/7/11

ALUCINACIONES DESDE EL OTRO LADO DE LA MOTO

Empezaba la nueva temporada, teníamos nuevo chasis y unos cambios importantes en el grupo térmico y en tema desarrollos por fin un velocidad más. Pero un día de entrenamientos, un accidente lo cambió todo. Aunque me quedo con las experiencias que me crearon reflexiones que hasta ahora no había tenido, no son mal recuerdo ni bueno, simplemente sucedieron, o quizás alguna de ellas solo fue fruto de los opiáceos.


La primera fue inmediatamente después del accidente: Al abrir los ojos solo veo un cielo azul con nubes rasgadas, movidas por el viento. Con la mente totalmente en blanco y una sensación agradable de paz, no pienso en nada, solo veo pasar las nubes. De pronto una figura con mono de cuero y casco aparece al medio de la visión, a la vez que un dolor punzante está atravesando mi espalda. La figura se quita el casco y empieza a hablar:

-¿Sabes donde estás?
-No
-¿Sabes quien eres?
-No
-¿Sabes lo que ha pasado?
- Debo haber tenido un accidente de moto en un circuito – contesto pasado medio minuto, fruto de la lógica porque estoy en el suelo tumbado boca arriba, no me puedo mover, veo gente con mono y personal con chaleco de juez de pista y médicos. -

De repente un sudor ácido empieza resbalar por los ojos y tengo que cerrarlos por el escozor. Dejo de ver el cielo pero tampoco pienso en nada, no estoy mal.







La segunda experiencia fue en la UCI, después de una larga operación, me pasé unos tres días en esta aséptica sala. Y aunque el recuerdo general es desagradable, ya que estuve consciente (más o menos) todo el tiempo, tuve momentos de reflexión con sensaciones difíciles de olvidar, tres días inmóvil mirando el techo sin tener muy claro lo que me esta pasando da mucho juego para pensar:
Estoy continuamente oyendo el bip…bip….bip……, algo me presiona con fuerza en el brazo izquierdo cada pocos minutos, más tarde deduzco que es un medidor de tensión arterial, de reojo puedo ver algún monitor que desconozco su utilidad. Al tiempo “x” me retiran una máscara, me alegro puedo mover mejor los ojos y ver más detalles de la oscura sala. El paso de tiempo es lo peor que se puede llevar en la UCI, recuerdo que desde el otro lado de la sala oigo una pregunta:

-¿Qué hora es?
- Las tres – contesta un ATS –
Intento pedir una aclaración pero todavía no tengo fuerza para articular la boca, y me tengo que guardar para los adentros mi pregunta:
- Si, ¿pero de la tarde o de la madrugada? y el día ¿Qué día es?

Con el jet lag que genera una operación/viaje de diez horas, más el tiempo indeterminado en la sala de despertares……. se pierde completamente la noción del tiempo. No puedo ni imaginar la gran tortura que puede ser la privación sensorial.


Desde la mesa de enfermeros se intenta mantener del anonimato de las conversaciones médicas y cada uno somos un número. A poca atención que se preste se puede saber cuando hablan de ti:
- Al cuatro hay que pincharlo.
- ¿Has cambiado de postura al cuatro?
Evidentemente el cuatro era yo.
Y también de poco sirve ocultar con un panel el fallecimiento del vecino de cama, cuando ves a todo el personal correr y luego trasladar la cama.

Cuando el dolor se hacía insoportable y me impedía cualquier tipo de relajación o descanso, la panacea era un bienvenido pinchazo de morfina. Automáticamente empezaba a sentirme como Dennis Hoper y Peter Fonda, en la escena en Nueva Orleáns de Easy Rider, todo estaba fijo y era yo quien empezaba a girar en una espiral hacía arriba, después paz.

El bip..bip..bip, se va decelerando ya acaba por convertirse en un solo biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip y al final desaparece totalmente. Entonces el amigo cerebro empieza a funcionar:

-¿Será mi monitor? o ¿Será el de la cama de al lado?
-Si es el mío, ¿se habrá desconectado o despegado los sensores?
-¿Quizás sí es el mío y estoy muriendo?
-¿Por qué no oigo ruidos y nadie su mueve? o ¿es que no hay personal en la sala?
-Bueno pero si estuviese muriendo no podría pensar, ni respirar, ni siquiera mirarme las manos. O ¿quizás sí?, no lo sé como nunca he empezado a morir no se como será.
-Si llamo al personal y me atienden será la prueba definitiva que estoy vivo. Pero como en una película de Buñuel, intento articular palabras pero hay algo que me lo impide.
Cuando empiezo a creer que estoy cruzando la línea, de nuevo un lazo me lleva otra vez a la sala, el aparato de la tensión sigue apretando,
-¿Por qué lo siento? No debería……y continuo pensando y pasando el tiempo….








Lo más curioso de estos momentos fue que ninguna vez la ansiedad, ni si quiera la preocupación se apoderan de mi mente, solo hay un análisis inerte de la situación desde una posición casi como observador, como si mente y cuerpo fuesen cosas distintas.

Esto parrafos, están incluidos aquí a pesar de no estar relacionados con el mundo de la moto, porque al fin y al cabo son sensaciones de experimente a través de un desencadenante que fue la moto.



Siempre ella.




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